miércoles, 24 de septiembre de 2014

CUANDO ÉL LLAMÓ...

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Cuando él la llamó, no sabía qué voz poner…

Era tal la emoción que le subió desde su estómago, que aquellas mariposas siguieron revoloteando toda la tarde en su interior. Por fin había dado el paso, por fin tenían una cita.
Según se acercaba el momento, le temblaban más las manos y un sudor frío recorría su espalda. No sabía qué giro daría su vida después. Sus esperanzas estaban puestas en el reloj de la mesilla, aquél que no paraba de sonar melancólicamente, con su tic-tac monótono y quedo…

El silencio, de pronto se apoderó de ella… No sabría estar a la altura, las dudas y los temores llenaban su mente pensando si él también sentiría lo mismo. Se comportaba como una novia reciente y nerviosa; con el ir y venir de los pasos resonando entre aquellas paredes vacías.

Durante mucho tiempo, sólo existieron las cartas y las llamadas esporádicas. A veces, el olvido amenazaba con volver.

No sabía qué vestido ponerse para parecer más joven, más guapa, más interesante…

De pronto el timbre retumbó en su casa solitaria y oscura. Dio un paso, después otro… La garganta le escocía con las primeras lágrimas a flor de piel. Él lo era todo,  y ella le esperaba…

Cuando abrió la puerta y le miró a los ojos, a aquellos ojos grandes y fijos, tan parecidos a los suyos; cuando descubrió su cara entre la nieblina del recuerdo; cuando pudo besar sus manos y tenerle entre sus brazos, recordando cómo le cantaba cuando era pequeño, recordando sus besos pegajosos de azúcar en la piel; sintió que aquel niño se había convertido en un hombre…

Aquel orgullo le supo a poco. Notó ese primer trago de sal en la boca del estómago, cuando su mirada se enturbió y ya no pudo parar de contener sus emociones…

Después de tantos años… el hijo, por fin… había vuelto.