sábado, 24 de mayo de 2014

LIBROS...LIBROS...LIBROS

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          Cada vez que cruzaba por cualquiera de las estancias, tropezaba con ellos. No sabía ya dónde ponerlos. 
           Llenaban cualquier espacio sin reparar si era el adecuado o no.... Incluso el alféizar de la ventana servía para ello. 
         Los creaba desde su interior y los intuía. Se mecía entre ellos y depositaba su vida allí. Su mundo giraba alrededor de aquellos lomos, páginas, letras... los leía y los interpretaba para luego seguir soñando...
Su casa se había convertido en el refugio de los libros.  En aquel espacio donde se creía feliz, para luego, una vez dormida, salir al encuentro de cada una de las palabras escritas. 
         Así pasaban las horas, hasta que un día, los libros se aburrieron y empezaron a volar. 

Ya no tenían sitio en las estanterías y decidieron buscarse un espacio nuevo dónde vivir. Flotaban en los descansillos. Entre la barandilla de la escalera y el rincón más oscuro de la alacena, desde el cuarto de baño hasta la cocina. Incluso habían decidido estancarse entre la lámpara y los cuadros de las paredes... Las letras salían a pasear con libertad en aquella casa, la envolvían con su aroma y la llenaban de colores nuevos.

          Ya no estaba sola:

          Tenía un libro, una historia, un sueño al que regresar todas las noches. 
          Tenía un libro para que le contara, la reconfortara y le diera compañía... 
Tenía un libro que le llenaba la vida de magia. 


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