jueves, 31 de octubre de 2013

UNA CARTA

No pone la fecha, pero supongo que sería por 1982-1983, por el papel y el sitio donde apareció.

Introducción:

         ¿Por qué no puedo pensar como me pide el corazón?

     No tengo fuerzas para razonar y ver cómo se desvanece ante mí, el pequeño futuro moldeado firmemente con mis propias manos. El calor brota de mi cabeza y estoy a punto de estallar. Pienso que no todo es tan negro, existen puntos de vista maravillosos guardados dentro de cada caparazón de acero. La soledad, a veces, es la mejor solución, el silencio, con sus ruidos naturales, la lluvia y su canto de tristeza en una ventana que dé a una calle oscura, con un farol medio apagado por la niebla y de vez en cuando el chapoteo de un perro vagabundo; entonces es cuando piensas que el aire no está tan cargado, es cuando crees en la humanidad de nuevo, ante tanta paz, tanta quietud, todo eso crea en tu mente un nuevo mundo fantástico- Vuela hacia el infinito, libérate de una vez de tus viejos razonamientos y únete a nosotros, a nuestro canto por las mañanas, a nuestra oración cuando vemos la magnificencia de un crepúsculo infinitamente grandioso para nuestros ojos cansados, únete a nuestra alegría, a nuestra juventud, a nuestra riqueza de espíritu. No te dejes aplastar por esas pequeñas cosas que enturbian tu cerebro, obstruyendo tu imaginación para poder desprenderte de todo y poder empezar a volar... a volar tan alto, que llegues, algún día, a confundirte con una estrella.

La Carta:

     No sé el por qué de esta carta, no entiendo por qué me enturbian estas ideas, no sé nada, sólo que te deseo a veces...
      Imagino tu cabello color cristal, moviéndose en los áridos caminos, balanceándose entre las garras del propio viento, arrancando con su roce las hojas de los matorrales, secando las cosechas que unas manos cansadas trabajaron un día.
   Oigo tus pasos en la mágica noche, exhausta; casi sin sentido, puedo percibir tu respiración en el silencio de mi frío cuarto, entre mi propia miseria. ¿Me escuchas? ¿dónde te escondes ahora?.
     Mi grito es desesperado, te llamo pero tu camino aún no se ha cruzado con el mío. Marchas dejando secas las fuentes y un frío invierno a tus espaldas...
     No creas que tengo algo contra ti. Sólo tú puedes comprender el porqué de mi locura: vivo como un ser que no sabe quien es, estoy perdido entre la niebla del amanecer...
     Se ha consumido mi vela, ya no tengo nada, sólo tierra en donde poder esperarte en paz.

    A veces siento miedo, de tu belleza, de tu persona, porque no sé qué habrá detrás cuando me abraces y me acompañes a la otra orilla.
   Pero siempre enamorado de tus ojos vacíos, en donde se difuminan tristemente los dolores del mundo. Sin embargo, a tu paso, acompaña una misteriosa música, llena de notas dispersas por el horizonte por donde vienes con una sonrisa sin sentido en tus blancos labios y las frías manos extendidas al viento como queriendo abarcarlo todo.
     ¡Con qué dulzura das el último beso! ¡Con qué ternura recoges a los miserables como yo, de este mundo que ya no sabe ni siquiera su nombre! Ayudas al pobre, a los que miran con desesperación el vacío, a los que saltan con un golpe su vida en pedazos...

     No, yo no quiero llamarte, prefiero escuchar los segundos que pasen deprisa, y esperar, siempre esperar, pero no robes mis sueños con tu voz grave, tu maravillosa voz susurrante en los oídos cansados de vivir.
     ¿Por qué te amo y te temo?

     NO ERES MÁS QUE UN TROZO DE OTOÑO UNIDO AL SILENCIO.
            
     Estoy solo con mis recuerdos momentáneos, mi eterna muñeca de porcelana rota en mil pedazos, en mil ilusiones, mi fantasía desperdiciada entre tanta miseria y sueños fatuos que no sirven de nada. Mi alegría me abandona por segundos, parece como si el invierno tardase en su cita con el tiempo. Siento helarse mis huesos, secarse mis venas por la tenue luz que se filtra en mi ventana. Se ha apagado el fuego, las cenizas lo ocultan y tengo frío, un frío vacío de miedo y angustia...

     De nada sirve verter lágrimas sobre el compañero dormido, ha cerrado los ojos en silencio, sin una queja, dándote las gracias por tus caricias y le has dejado las manos ateridas, sin pulso, inertes...
     ¿Qué será de mi, si no me llamas?
     
     Mi canto ahora es de tristeza, la gris mañana despierta en mi alma un nuevo cansancio, una nueva decepción. Sólo podrá salvarme ese rastro de primavera que guardo en el último rincón de mi pobreza; Ese pasado, esa niñez: mis cuentos, mis poemas, mis canciones...          Toda mi vida plasmada en un papel amarillento, todos mis pensamientos, mi maldad, mi orgullo, mi cobardía, lo bueno y lo malo de mi persona está aquí ahora, entre mis dedos, pero uno a uno voy destruyendo todo, ni un rastro queda de mi vida, ni una sola gota de sangre queda para ti... 
   Me marcho al camino, para andar lo desandado, para madurar en mi locura, desfalleciendo entre la razón y los impulsos que me obligan a desearte. Pero mi tristeza se va amoldando a mi carácter, está confundida entre mi piel y ya no soy nada sin su compañía. Andaré mientras me duren las fuerzas, andaré para alejarme de ti... 
     
     Quisiera tenerte, pero cada vez que intento besarte, todo mi ser entero te huye, cuando tengo entre mis manos tus señales, mis ojos miran a otra parte para alejarte de mi mente, por eso me marcho de tu camino, para olvidarte y sentirte en mis recuerdos, y cuando en un futuro, tu cara de cristal pose ante mi mirada, me entregaré a ti, libre de toda atadura, con el alma henchida de gratitud, de amor, de felicidad... Y juntos bajo el cielo iremos, con las manos unidad, hacia tu morada, en donde habitas en soledad aguardando mi llegada, en tu lecho de paja, que huele a frescor de campo, a hierva verde, a rocío... Viviré eternamente poseyéndote bajo tierra, bajo las flores silvestres en compañía de la verdadera libertad, de mi única libertad que eres tú.   

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