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(Continuación del relato nº, 15 y 17)
Después de la pasión, fue entrando poco a poco el amor... casi de puntillas,
no lo esperaban y allí estaba, haciéndose un hueco en sus corazones.
Puso el coche en marcha, en silencio, sin dejar de mirarla y recordar cómo era hace sólo unos minutos... era suya...
El rubor entraba y salía del rostro de ella.
No quería apartar su mirada, necesitaba bañarse en esos ojos y aferrarse a alguna respuesta que sobrevolaba entre ellos con mil preguntas... pero...
“somos amigos, nos queremos, ¿hay algo más?”
Se preguntaban una y otra vez, mientras el ruido del motor se dejaba oír entre las sombras de la noche, una noche en que las estrellas se hacían un hueco entre la lluvia que caía suavemente...
Mientras, susurraban:
“- No te dejaré ir nunca...”
“- No, nunca me iré”.
Así debió haber sido entre ellos, desde hacía mucho.
Pero no lo entendieron entonces, no lo comprendían ahora, dejando pasar la oportunidad de encontrarse en otro plano, más profundo, más intenso...ese que ya existía ahora entre los dos, ese que no dejarían pasar, a no ser que...
