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En ese sabor salobre
que despierta un beso lejano,
esparce la risa enganchada,
solitaria y pura,
de deseos indolentes.
Baraja la neblina y se funde
traspasando el desconsuelo,
soñando el color dormido
en esta tarde vacía,
de lluvia estancada...
de lluvia estancada...
Se marcha el reloj silencioso,
de cadencias mezcladas...
Una noche, un cántico amargo llevo,
soledad y desamparo,
en la muerte con la magia rota.
No venzo a la desnudez del alma,
sin puros y amagos caminos,
retina y fuego,
llanto y sonido,