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Me
encuentro en un camino angosto... lleno de maleza, rústico,
sinuoso...
A
los lados del mismo sólo hay árboles, tan gruesos que no me
permiten vislumbrar lo que hay a través de ellos... Ni siquiera la
poca luz que existe detrás los traspasa y aún así no se siente la oscuridad....
Son
tan altos que su abundante follaje se mezcla en las copas,
confundiéndose unos con otros, enredándose sin saber de dónde
vienen y a dónde van... Como yo.
Sólo
puedo divisar su contorno y el zig-zag del final... casi como si
estuviera ebrio...
Me
adentro cada vez más en ese mundo que desconozco...
Parece
que se cierra ante mi, y sin embargo se va abriendo a cada paso que
doy. El silencio golpea mi pecho, haciendo que me aturda tanta
quietud...
Es
sombrío y frondoso, cargado de posibilidades, con su música
particular cuando una ráfaga de viento mece las ramas y las hace
chocar unas con otras, impregnándome de su magia y su misterio...
Cuando recabe en el final, me gustaría encontrarme con una bienvenida cálida y
segura, que definan todos los sinsabores que he ido dando a cada
huella que voy dejando en el suelo, detrás de mi... Descansando en cada recodo que me muestra una razón más
para seguir avanzando...
Nunca
se hace de noche, siempre me ciega una parda claridad, como tenue, de
un color dorado, aunque la luminosidad no sea tan llamativa.
Me
estimula y me regocija no saber qué va a pasar, pero no tengo miedo.
Tal vez curiosidad.
Si comienzo a correr, no por eso se hace más corto
el camino.
Por eso he decidido, aquí y ahora, marcar mi propio
ritmo, acorde con el pulso de los latidos de mi corazón....