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Sólo me hizo falta mirarle a los ojos y saber de su dolor.
Cuando me lo crucé por primera vez, noté sus ojos grises nublarse cuando me miraba. El ceño fruncido y el gesto adusto, me indicaba que no le gustó ser observado.
Al pasar, en esa ráfaga de segundo, comprendió que no tenía ninguna intención de herirle... y por eso, y a pesar de todo, me quedé mirando cómo se alejaba...
No tendría más de 25 años y toda la madurez en su semblante. Caminaba arrastrando la pierna derecha y con dificultad levantaba el pie para dar el siguiente paso. El brazo de ese lado, colgaba casi inerte y dormido, sujetándolo como podía a su costado... La boca presentaba un rictus extraño, como si una de las comisuras no encajara en su sitio; y aún así, iba digno y decidido, con la cabeza bien alta, escuchando música a través de unos auriculares...
Al llegar a un recodo del camino, le perdí la pista y la impresión primera. Seguí mi camino unos instantes más, hasta que una idea se forjó en mi mente. Era la imagen de la lucha por la vida y el tesón de no perder nada en el intento. La decisión y la fuerza manifiesta, se extendía por toda la estela que el muchacho iba dejando.
Más adelante, comprendí que volveríamos a encontrarnos, al atisbarlo a lo lejos con su inconfundible movimiento.
Al verle me pregunté a mí misma, qué sentiría yo en su lugar. Qué amargura y tristeza ahondarían en mi interior al verme así...
Cuando llegué a su altura y sus ojos me reconocieron, la sonrisa venció en su cara y me dijo: "Hace 6 meses ni siquiera podía andar, y ahora... ya lo ves..." . Y se quedó parado, mirando cómo mi rostro y mi cuerpo entero parecían complacidos con sus palabras, con el reconocimiento de su lucha, con el privilegio de entender, de primera mano, que no somos nadie, que en un momento nos cambia la vida, y siempre quedarán personas que con su ejemplo y su saber vivir, casi nos avergüencen de las quejas con que todos los día nos desayunamos.
Yo quiero ser como él.
Yo quiero aprender a cambiar.
