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“Deambulaba de
noche, como un espectro... las luciérnagas vagaban por entre la
neblina del lago y un fuerte aroma a primavera se dejaba escapar a
través de los setos...
Iba descalza, dejando
que la hierba húmeda me refrescara la piel; los sonidos de la noche
me impregnaba el cuerpo dejándolo laxo y sin fuerzas... ¡tan mágico
era!...
Una suave brisa
acariciaba el lugar llenándolo de pequeñas motas que caían de los
árboles...
La primavera, con su
promesa de amor amartillando mi corazón.
La música mecía mi
mente, imaginando canciones de antaño, música instrumental
adentrándose en mí. Los dedos se crispaban al notar tu ausencia.
Recorría aquel páramo una y otra vez, hasta forzar tu imagen y
sentirte de una vez, para mí... No recordaba tu rostro, no escuchaba
tu voz desde hacía tanto...”
Pero aquel era mi sueño.
Podría hacer que aparecieras a lo lejos, apoyado sobre un árbol,
con las manos en los bolsillos y la sonrisa en la cara... Podría
llegar a tu lado y posarme en tu mente, obligándote a latir entre mis dedos, como si te acariciara...
Pero el invierno acaba de
instalarse definitivamente en mi habitación, tan fría y solitaria.
El invierno tan
expectante y dormido. Sin luces ni color. Cierro los ojos para
alargar mi sueño, pero ya te has desvanecido dejándome otra vez con
mis pensamientos y tu añoranza.
No sé cómo llegar a ti.
No sé quién eres ni por qué te pienso.
Tan vacía me quedo al
llegar la mañana, que la poca luz que se esparce en mi ventana me
trae un reguero de recuerdos, y me aturde durante todo el día, hasta
esperar la llegada de la noche otra vez... para estar contigo,
soñándote como quiero, teniéndote, tocándote, sintiéndote,
llenándome, amándote... Para mí, para no despertar sin notarte.