La gente que había en la
cafetería le miró con curiosidad cuando se levantaron para irse.
Era un hombre tan alto y atractivo, que estaba acostumbrado a que las
miradas le rozaran siempre que se movía, pero ahora era consciente
que su apariencia física era la razón de ello.
Salieron a la calle,
donde el sol, todavía alto, presagiaba un anochecer cálido y
tranquilo. No sabía cómo alargar el tiempo con ella, no se habían
más que contado lo más superficial de sus vidas, trabajo, rutina,
el gusto por correr en el parque... quería saber más de ella, quién
era en verdad, sus aspiraciones para el futuro, si estaba
enamorada...
Ella no sabía lo que Javier pensaba en ese momento, se
le notaba distraído y le gustaría que él tuviera algo más que
decir.
- ¿Te parece ir a comer
algo y luego a tomar una copa? Aunque tal vez has quedado con
alguien... Le preguntó a Isabel, inseguro de su respuesta.
- Estoy libre, ¡vamos!.
Respondió ella, sonriéndole y mirándole a los ojos.
Sintiendo un alivio en su
corazón, él sonrió a su vez y la tomó de la mano.
Ella le miró
con el asombro reflejado en su rostro, vacilando un segundo, para
luego apretar sus dedos en torno a él.
- Está bien. No puedo
esperar más. ¿Qué te pasó en la cara? Y ¿por qué llegaste tarde
al Parque?. Preguntó Isabel, con la curiosidad asomando en sus ojos.
- Te lo contaré. Pero no
es nada del otro mundo.-Contestó- Verás: tuve un accidente tonto al
cruzar por una calle, esta mañana, casi me pilla un coche. Estuve
todo el día en el hospital, estuvieron haciéndome pruebas,
poniéndome puntos en la ceja y comprobando que no tenía ninguna
costilla rota. Luego tuve que llegar a casa para cambiarme de ropa,
por eso llegué tarde.
Aunque había estado muy
convincente, ella notó algo extraño en aquello, una sensación de
que, tal vez, no le estuviera diciendo toda la verdad, algo en su
expresión revelaba que él escondía algo. No sabía qué... Pero
pronto lo desechó de su mente, siempre había tenido una imaginación
muy viva, y estaba encontrando misterios donde no los había.
Él se sintió aliviado,
por el momento pensaba que la había engañado. Más tarde tendría
la oportunidad de confiar en ella, y revelarle la verdad, aunque eso
supondría que ella no querría saber nada de él cuando se enterara
de cómo era su vida en realidad...
Tomados de la mano, la noche los
envolvió, haciendo que las horas pasaran tan deprisa que, cuando
quisieron darse cuenta, era ya muy tarde. Él la acompañó a su
casa, despidiéndose hasta el día siguiente, en que volverían a
verse, en el Parque...