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Eran
ojos amarillos, dorados poéticamente,
con
atisbo verdes, con pupilas negras, fijas en mí.
Eran
ojos como luces, en tonos del otoño,
amables
en su color, como el chocolate a veces, casi siempre...
Eran
ojos pequeños y confusos,
pero
míos en ese momento...
Los
tenía prisioneros, los bañaba con mi desdén,
los
regaba con mi risa, los devoraba con mi mente...
Eran
ojos de peregrino, sin hogar ni refugio,
martilleándome
a cada latido, sin noches, ni magia.
Eran
ojos de duende, que se escondían de mí,
intentando
controlar el miedo a desaparecer.
Eran
ojos que no sabían que yo era cautiva de su mirada,
sin
ambages, ni discusión, estando encadenada a ellos sin evitarlo.
No
sabían que yo sueño en su profundidad,
en su
parpadeo no quiero que me mientan,
no
quiero compartirlos, no deseo que no sean míos...
Eran
ojos inocentes hace años, olvidados ahora entre el tiempo,
eran
ojos para mí... ahora, en este momento.