lunes, 16 de junio de 2014

SIN PRISAS...

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Esta mañana te tuve por un segundo. 
Era tu voz la que me sostenía la mirada, tus palabras fundiéndose en el aire, lleno de promesas... 
Nada había que se interpusiera, ni silencios ni malos pensamientos, de esos que corretean entre miradas turbias y deseos encontrados. 

Expectativas de sueños y caricias, de besos y silencios... entre la esperanza y la ilusión coronando otra vez los giros de la vida en torno a mí... 

Mientras, siento el calor y el recuerdo de imágenes que nunca sucedieron, en esta nueva etapa, escuchando tu voz suave llenar mis oídos... 
No está tan lejano el día en el que tenga un momento contigo, con tu mirada dorada y mis manos... queriendo abarcar en todo nuestro espacio. 

Sin prisas, mañana, para no pasar de largo... 
No, ya no... las palabras te van definiendo poco a poco hasta que me veas en tus ojos, sin razón alguna, sin pensar en el después... 
creando un nuevo sentimiento sobrevolando la niebla que aún se esparce y que clarea lentamente entre los dos.

DÍA 64

DÍA 64

Llegué a los 6 km... Por fin... un día más... un trabajito que me ha costado que no os podéis hacer una idea... 
Lo mejor ha sido al final. Cuando ya casi no podía con las zapatillas, he reconocido a lo lejos a una persona que también ha salido a correr, y por el afán de encontrarme con él, se me ha olvidado el cansancio y el peso del estómago y he corrido para alcanzarlo... 
Tengo más moral que el alcoyano, porque ni por asomo he podido llegar hasta él... 
Imposible, he acabado con la lengua fuera, pero he terminado los 6 km... jejeje.... En fin, otro día será... 
No hacía excesivo calor y se estaba muy bien. El frescor de los árboles, la sombra, las fuentes... todo lo que siempre describo y que es tan cercano a mí, todo ello estaba esperándome entre la tarde y la gente que por allí paseaba o corría o simplemente descansaba en los bancos de madera, o tumbados en la hierba. 

Lo peor, como siempre, los bichos. Esos que sin temor y sin preguntar, se introducen, así sin más, en la boca y acaban alojados en la garganta... Como uno que me he tragado después de varios intentos. Porque con la sequedad que da el ejercicio, no había manera de despegarlo de la campanilla... ni carraspeando, ni nada. 
Empecé a toser y a hacer ruidos con la garganta, debiendo ser un tanto escandalosa, porque todo el mundo me miraba con esa sonrisilla irónica queriéndome decir: "te atragantas ya, o qué??". Pues sí, casi me añusgo con el jodío bicho instalado allí, hasta que he podido reunir un poco de saliva y para dentro...!! puag...!!estaba amargoso, amargoso... Debería estar ya más que familiarizada con su sabor, porque ya hace tiempo que estos bichos forman parte de mi menú semanal... Acabarán por gustarme, ya lo veréis...