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A cada paso que daba se iba llenando por completo. Unas veces eran de rosas, otras eran romas y escasas. La mayoría se deshacían al contacto de su piel...
Esas sensaciones acariciaban y estremecían su cuerpo.
Los latidos se sucedían a intervalos iguales entre mensajes y voces a pleno pulmón.
Cuando abría los ojos y abarcaba el espacio ante ellos, una sonrisa se dibujaba en su interior para hacer con ella dibujos de colores. Eran sus sueños, que convertía en notas, cada tira de pensamiento.
Hasta que llegaba donde anidaba el sentimiento que quería nacer desde dentro. Ese sentimiento que crecía sin parar y pujaba por salir de su mundo: Ver el sol, sentir su calor y su fuerza y notar el amor llegando a su vida. Como una caricia, poniéndose sus alas y arrancando a volar...