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Ya sólo queda el último tramo,
ese tan sinuosos que se vislumbra en el horizonte… mi destino se haya en el camino,
mi meta aparece al alcance de la mano…
Todo fue quietud y sombras en pos
de una idea que se forjó en mi memoria, como dando la bienvenida a una estación
olvidada. Y pasaron los años y aquel amor que había muerto, renació de nuevo en
mi vida.
Con la anticipación de lo conocido, con la esperanza del regreso entre
mis manos.
No comprendía el alcance de los entresijos encontrados en mi fortuna. Yo sólo había querido volver…
Volver y localizarla de nuevo, sentada en la sombra de aquel ciprés, cuando una
tarde me dijo adiós, cuando no sabía si iba a regresar algún día.
Y aquí estoy,
forjado en mil historias y curtido de penurias y miedos que rodean mi
aventura.
Aquí estoy deseando encontrarla tal y como la dejé.
Según me acerco
al pueblo, las mariposas que una vez tuve encendidas vuelven a posarse en mi
corazón…
¿No es aquella, la que me espera?
¿No es ella, la que tiene la
sonrisa a punto en los labios y el beso dispuesto en la boca?
¿No es ella, la
que prometió que esperaría a que mis temores se tradujeran en voluntades?.
Sí…. Ella,
con el atardecer del día envolviéndola en su manto, con el abrazo puesto en mi
terca soledad, entre los páramos que se acercan a las calles del pueblo.
Ella,
con el alma tendida y la mente despierta, jugando a la vida, llenando mis
miedos.
Me acerco y la contemplo como si
nunca me hubiese ido. Su fragancia a campo abierto y a flores
silvestres me inunda, poniéndome el color de sus ojos por montera y
llenando con su cuerpo mi abrazo más sentido…
"Panorámica" 92 x 73 de Adonay Kustanilló