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Para empezar sólo necesitaba que el sol
tuviera un rayo de más para acariciarla.
Una ligera brisa que se estampaba como un beso,
dulce y pegajosa,
igual que esos labios que aún recuerda...
y que, a veces, sólo piensa...
Tener una mirada corta o una palabra de más,
profundizándose en su interior...
Esa mirada con alma,
que ahonda dentro de ella y se lleva su esencia,
para luego encontrarla entre los sueños
cuando vienen a recortarse entre su almohada y su pensar.
Nada tenía para empezar,
más que unas manos vacías
que iba llenando con aquellas sonrisas que parecían haces de luz...
Llevando colores al cielo,
cubriendo un sentimiento para volver a creer...
Por eso empezaba otra vez,
aunque con otras sensaciones, más claras,
y aquellos sonidos que un día se apagaban
y que volvía a entonarse entre ellos...