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De repente vi el largo camino frente a mi,
iluminado con las luces de un amanecer nuevo y renovado.
La libertad se cernía en torno a mi persona y mis pensamientos,
de tal manera que la angustia que me acompañaba
se deshacía dentro de mi cuerpo.
El olor a mañana estival, con ese frescor a limpio y a nuevos colores,
me envolvía hasta aparecer en mis sueños y quedarse conmigo una temporada.
Unos ojos tibios que podrían seducirme y que me saludarían,
una boca que podría invitarme a un beso,
unos brazos que podrían envolver mi cuerpo entre ellos...
Pero era esa sensación extraña de ser yo misma,
la que revivía mis nuevos momentos
creando mágicas luces que giran a mi alrededor.
Para dar cabida a tantas sensaciones, primero me quedé vacía.
Porque para poder avanzar un paso cada día,
nací otra vez de manera distinta.