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Esa madrugada había nevado…
Un
manto blanco de pequeñas luces hechas de cristal, inundaba mi ventana, para
hacerme despertar de una noche de sueños y caricias completas…
Estaba desnuda y no sentía el
frío…
Mi piel aún ardía en besos largos y profundos que estremecían mi cuerpo…
La nieve caída me llenaba de vida…
Sólo miraba el horizonte con la vista perdida en esa virginal fachada.
Cuando, de repente, un escalofrío
llenó mi cuerpo haciéndome perder el calor que sentía aún en mi alma…
Más unos brazos
fuertes y anhelantes, de pronto se fundieron con mis pensamientos… colmándome
de luz otra vez…
Llevando el blanco de la mañana hacia el camino lejano de los
sueños…
Queriendo mezclarse conmigo, en un momento, junto al amor infinito,
bajo el manto del invierno que nos envuelve y nos embriaga de sensaciones
frente al calor del fuego de un hogar…
Camino nevado de Adonay Kustanilló