martes, 3 de diciembre de 2013

LOS JUEGOS DE NIÑOS

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El parque nos devolvía sus colores en otoño... No hacía frío todavía y podíamos correr por aquel suelo de tierra...
Debajo de un abeto enorme, había un agujero que nos servía de guas, para jugar con los bolindres... Ese mismo árbol hacía de soporte para el apoyo del primero al juego del “burro, media manga, manga entera...” Era la cárcel de los policías y los ladrones... -“uno, doli, treli, catoli, estaba la reina en su gabinete, vino el rey, apagó el candil, candil, candilón, policía, ladrón”-. Y por supuesto, el juego más importante: RESCATE!!. 
Siempre deseaba ser ladrón. Era más divertido, porque corría más deprisa que todas las demás... bueno Isabel estaba ahí, ahí... y si jugaban los chicos, que solían ser dos o tres, siempre nos elegían a nosotras dos para que formáramos parte de su equipo... Es que éramos un poco chicazos...

Qué podría contar ese parque, la de cosas y secretos que guardará entre los bancos, y el bombo de la música, donde nos sentábamos a conversar... horas y horas.
Mamen, Maripaz, Merche, Fátima, Fina, Carmina, Isabel... y yo. La de charlas que habrán recogido esos árboles... nos hemos reído y nos hemos enfadado también, millones de veces...
Siempre había un grupito distinto de chicos merodeándonos. Se sentaban enfrente, comiendo pipas, sin mirarnos casi, hasta que se decidían a preguntarnos si queríamos jugar a algo con ellos... Uf, no todas estaban por la labor de salir corriendo, con lo monas que se ponían para ir al parque, pero al final, no había nada que hacer: se jugaba a lo que sea...

Era esa época en la que, a ratos y momentos, ni éramos niños, ni éramos jóvenes. Se mezclaban las sensaciones... nos gustábamos, nos sonreíamos..., nos mirábamos embobadamente, de una punta a otra; pero al final acabábamos llenos de tierra, con rozaduras en las rodillas, corriendo, escondiéndonos, emocionándonos como niños que todavía no estaban preparados para dejar de serlo...

El parque... qué recuerdos, qué aventuras esconde su pasado, qué distinto es ahora, ya no sé si su espíritu sigue vivo cuando paso por allí... 
Creo que no es el mismo, no tiene su alma, las voces que habrá recogido entre sus hojas, y los primeros amores... los que no se olvidan, allí se quedaron... 
pero, entre todos nosotros, aún se mantiene el corazón de nuestra niñez....