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El parque nos devolvía
sus colores en otoño... No hacía frío todavía y podíamos correr
por aquel suelo de tierra...
Debajo de un abeto
enorme, había un agujero que nos servía de guas, para jugar con los
bolindres... Ese mismo árbol hacía de soporte para el apoyo del
primero al juego del “burro, media manga, manga entera...” Era la
cárcel de los policías y los ladrones... -“uno, doli, treli,
catoli, estaba la reina en su gabinete, vino el rey, apagó el
candil, candil, candilón, policía, ladrón”-. Y por supuesto, el
juego más importante: RESCATE!!.
Siempre deseaba ser ladrón. Era
más divertido, porque corría más deprisa que todas las demás...
bueno Isabel estaba ahí, ahí... y si jugaban los chicos, que solían
ser dos o tres, siempre nos elegían a nosotras dos para que
formáramos parte de su equipo... Es que éramos un poco chicazos...
Qué podría contar ese
parque, la de cosas y secretos que guardará entre los bancos, y el
bombo de la música, donde nos sentábamos a conversar... horas y
horas.
Mamen, Maripaz, Merche,
Fátima, Fina, Carmina, Isabel... y yo. La de charlas que habrán
recogido esos árboles... nos hemos reído y nos hemos enfadado
también, millones de veces...
Siempre había un grupito
distinto de chicos merodeándonos. Se sentaban enfrente, comiendo
pipas, sin mirarnos casi, hasta que se decidían a preguntarnos si
queríamos jugar a algo con ellos... Uf, no todas estaban por la
labor de salir corriendo, con lo monas que se ponían para ir al
parque, pero al final, no había nada que hacer: se jugaba a lo que
sea...
Era esa época en la que,
a ratos y momentos, ni éramos niños, ni éramos jóvenes. Se
mezclaban las sensaciones... nos gustábamos, nos sonreíamos..., nos
mirábamos embobadamente, de una punta a otra; pero al final
acabábamos llenos de tierra, con rozaduras en las rodillas,
corriendo, escondiéndonos, emocionándonos como niños que todavía
no estaban preparados para dejar de serlo...
El parque... qué
recuerdos, qué aventuras esconde su pasado, qué distinto es ahora,
ya no sé si su espíritu sigue vivo cuando paso por allí...
Creo
que no es el mismo, no tiene su alma, las voces que habrá recogido entre
sus hojas, y los primeros amores... los que no se olvidan, allí se
quedaron...
pero, entre todos nosotros, aún se mantiene el corazón de
nuestra niñez....
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