domingo, 20 de noviembre de 2016

EL REENCUENTRO...

-414-


Abrí los ojos y la luz me cegó…
El tiempo, de repente, había retrocedido,
reduciendo sus latidos en retroceso a mi vida.

Me miré en el espejo y no me reconocí.

Mi reflejo no parecía llevar
el paso de los surcos
vertidos todos estos años.

La risa subía
desde el corazón hasta la garganta,
explotando en un acto fortuito y casual,
sorprendiéndome incluso al llegar a la boca.

Los recuerdos se habían escondido
en un tarro de cristal,
a la espera de colarse a hurtadillas
por el resquicio de la ventana del pasado.

¿Era yo esa persona que me miraba a través del espejo?
Había retrocedido treinta años…

Me encontraba en la esencia
de lo que un día fui,
junto a los rostros que se arremolinaban
en pos de la niebla de esta mañana de otoño,
envuelta en las nubes de la nostalgia
y el regocijo de aquella felicidad
conseguida entre los apuntes y los libros,
el olor a tiza y borrador,
el aroma de una nube de humo
de un cigarro encendido en el aula…

Voces y susurros escondidos en el viento,
atraviesan las puertas del retroceso
conmoviéndome el pensamiento de estar aquí…
…ahora…

Rostros y miradas que han vuelto a mi vida,
desenterradas después de los años
convertidos en sentimientos adultos,
en los que paulatinamente se opuso
el cuerpo maduro frente al espíritu joven
que aún anida en nosotros.

El día a día se va imponiendo
y aquella neblina se disipa,
devolviéndome a la realidad.

Ahora son otros los ojos que os contemplan,
después de sopesar las palabras
y los sentimientos encontrados.

Una voz renace en mi interior,
de risa sincera y sincera acogida,
de muestras y derrotas sufridas,
de victorias ganadas y enredos de sueños.
La realidad adolece este día,
quedando la magia cosida a nuestra ropa de viaje.

Otros ojos miran ya desde el pasado,
acercando el presente de nuevo,
mezclando la esencia y el recuerdo,
en esta nueva visión,
de bienvenida a mi vida.