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Empecé
a andar sobre la arena, sentía la calidez subir desde la planta de
mis pies hasta el centro de mi cuerpo... llenándome de calor. Un
calor que iba haciendo mella en mi cerebro, derritiendo por momentos
los pensamientos turbios. Avanzaba justo hacia el amanecer...
sintiendo la brisa fresca correr por mi piel dejando surcos de
escalofríos entre los poros, para chocar bruscamente entre mi pelo, quedándose enredados entre la cara...
Cuando
sentí la primera sensación de frescor en mis pies, un aleteo de
sentimientos se mezclaron con mis ansias de pertenecer a algún
sitio, para dormir mis sueños en libertad. Era lo que estaba
pasando, cuando el agua subió hasta mis caderas, en un vaivén
sensual que me alejaba y me acercaba llegando a un ritmo candente
entre la música de las olas y el olor a sal...
La luz de la mañana
me envolvía y me regalaba su libertad... Sintiendo el mar en mi
cuerpo, por encima de mí, cuando di el paso final y me sumergí en
la inmensidad de mi mundo interior... nadando a contracorriente,
notando cómo se deslizaba entre mi piel, el agua salina y me dejaba
ese regusto en la boca...
Cuando el frío se adentró en mi cuerpo,
salí a la superficie y respiré... Una bocanada de vida entró en
mis pulmones, dejándome exhausta y profundamente cansada... Me
deslicé hasta la orilla, y dejé que los tenues rayos de sol,
secaran mi piel desnuda, mientras yo... en mi interior, me liberaba
de mis angustias dejándome caer en el limbo vacío y blanco de mi
extraña soledad, donde te espero cada día deseando que, por fin, me
reclames como tuya.