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Dejaba atrás mis ratos de paz.
Acontecía el resquemor, el redaño y la congoja
que se reflejaba a cada sainete que me otorgaba el día a día.
Como si no pudiera meditar, ni sentir.
Pero en la esencia del todo, habitaba yo,
cobardemente resguardada, sin converger el modo de dinamarme
ni el de terminar al final del camino.
Dejaba que persistiera esa soledad sin hacer nada a cambio.
El pensamiento se dispersaba entre regueros de percepciones,
ideas, tristezas y nostalgias.
No abordaba nunca a concluir lo comenzado.
Cuánto me gustaría volver a avistar tu figura, verte sin tener que portar una venda.
Poder ser libre para mirarte sin recelo, poder comenzar una nueva historia,
conocerte y llegar a ti.
Quisiera tener una nueva oportunidad,
aunque fuera sólo un momento, de estar contigo.
Para tenerte si tú me dejaras,
para combinar el tiempo con la lluvia que queda en el cristal.