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Nada se veía entre esa niebla que
rodeaba su cuerpo, y exhalaba un hálito de fuego desde dentro, entre los poros
de su piel y los sentimientos que albergaba.
La ropa se le pegaba al cuerpo,
mientras corría y deseaba verlo pasar entre la gente.
Nada se intuía en esa
tarde quieta y vívida en la que se encontraba así misma.
Le buscaba anhelante
para soñarle una noche más, para poder ver su mirada perdida entre las hojas de
los árboles... ya casi llegando al otoño de su vida.
Nacía la esperanza de
comprender el por qué de sus sueños con él. Entre todo lo que conocía y lo que
había vivido, él formaba parte de sus sombras y sus luces.
Aparecía entre los
árboles y la niebla un rayo de luz, que iluminaba su cabello, corto y varonil,
como dorado y sutil... Y su alta figura que paseaba sin saber que ella estaba
allí, esperando...
Toda la magia del momento se fundió entre sus dedos, cuando
al pasar ella intentó tocarlo. Una ráfaga de tiempo que se detuvo en ese
instante, en el que pudo sentirle.
Escuchando el palpitar de su corazón y cómo
desde su garganta se formaban las palabras que ella quería para sí, y que él
jamás pronunciaba... Palabras mudas en las que se reflejaban el sentir
imaginado de dos seres predispuestos a pasar, de la nada a un todo.
Tal vez
mañana sea el día en el que por fin se encuentren en la misma dimensión, su
lado físico y el cuerpo pensante de dos seres dispuestos a empezar una nueva
historia para que luego... yo... pueda contarla de alguna manera.