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Salía de vez en cuando a la
superficie, aspiraba una bocanada de aire y volvía a sumergirme… como si fuera
a ahogarme entre tantas palabras…
La voz susurrante del viento, comenzaba a
escucharse quedamente en el pasillo, se colaba entre las rendijas de una puerta
desvencijada y mal encolada… El frío pasaba por todos los quicios de las
ventanas llenando el espacio de vaho…
De pronto, una sombra se coló entre los
naranjos del patio, llegando a invadir parte del porche de la entrada. Yo me
aposté detrás de los visillos para ver sin ser vista, expectante, con el
corazón encerrado en un puño dentro del pecho y los latidos queriéndose salir de
mi cuerpo, agarrotado entre el frío y el miedo…
Mi grito mudo desgarró la noche.
Se escuchó
el estruendo del mar cuando moría entre las rocas y sentí que la vida se me llenaba
de incertidumbre y pesar...
Pero al abrirse la puerta, entró a raudales el sol con su manto de luz y el calor de las miles de motas de polvo que cubrían los
muebles… Una ráfaga mágica, como un rayo, despertó el hielo que me envolvía y
sentí el hormigueo del despertar de mi piel, estremeciéndose al contacto con aquel cuerpo vivo que me abrazaba.
Un beso, un cálido sabor en la boca, y todo
volvió a ser como esperaba. Alcanzando de nuevo la esperanza, mi casa se llenó
de color.
Transformándome de crisálida a mariposa, pude volar otra vez…