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Soñaba en un día largo, de sol y nubes, con olor a primavera y ese regusto a niñez.
Soñaba que unas manos me acariciaban y con sus dedos enredaban mi pelo, con la mirada en sus ojos profundos y cálidos.
Soñaba que unos labios me besaban y desnudaban mi vida como los pétalos de una flor.
Soñaba con él y en mi piel se dibujaban los trazos de la suya, recorriendo mi cuerpo en escalofríos.
Soñaba con su voz que me mecía hasta querer abarcar su cuerpo con mis brazos y fundirme en los suyos.
Creí que soñaba y al despertar, mis ojos le buscaron hasta encontrarle en mí.
Allí estaba entre mis pensamientos, con su sonrisa y sus besos.
No era ya un sueño; se convirtió en él y en su mágica luz, desde la tarde hasta esta noche, en la que le tuve conmigo.