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La tarde estaba lluviosa.
El cielo se encontraba completamente encapotado, con esas capas algodonosas de nubes grises que iban ocupando cada espacio alrededor de ese ambiente otoñal. La calle se hallaba desierta. En un día de fiesta, como el de hoy, todos se refugiaban en sus casas... Todos menos él...
Aquella tarde decidió salir a buscar su destino bajo el paraguas.
Las gotas de lluvia mojaban su rostro escondiendo unas lágrimas que pugnaban por salir. Sus pasos iban separando unas hojas de otras del acerado. En pocos días, el suelo se había llenado del color ámbar procedente de los castaños de indias que habían tenido la manía últimamente, de dejarse caer desde la altura de sus copas. Parecía una hermosa alfombra que le llevaba, sin querer, hacia su meta...
Allí, donde una vez lo perdió todo, necesitaba encontrarlo otra vez.
A lo lejos, vislumbró su silueta queda.
Tenía un paraguas lleno de colores que desentonaba con el ambiente otoñal, tan gris. Pareciéndose más a la sonrisa con la cual le esperaba.
Una sonrisa que llenaba su rostro, dándole una bienvenida cargada de promesas.
Promesas que borraban lágrimas, pesares y tristezas...