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Los olores que te
devuelven a la niñez... a tierra, serrín, corcho... Cómo encajan
estas piezas, unas con otras, desde hace mil mundos, cuando tenía 7
u 8 años, y me traen recuerdos entrañables de una infancia feliz...
En aquella casa, de
pasillo largo, la de juegos que se llevaron, dejándonos con la
imaginación volando...
Porque volábamos a otra
época, con un puente de madera, atravesando un riachuelo en el que
lavábamos la ropa en ese agua fría...:
Dos lavanderas, una
hilandera, un leñador y un personaje que cambiaba según el
momento... Nunca estaba definido. En otras ocasiones era el
esclavo... pero en un belén un esclavo estaba fuera de lugar... por
eso cada vez era una cosa... La dejábamos hacer lo que quisiera, no
era relevante, era la más pequeña...
A veces, se unía otro
leñador y otra pastora... El resto siempre éramos los mismos. Con
los papeles bien definidos.
Cada uno sabía lo que
tenía que hacer, lo teníamos más que asumido... y nos transportaba
a esa época, con una historia sobre costumbres de un pueblo donde no
pasaba nada hasta ese momento.
Repartiéndonos los
personajes secundarios del belén, imaginábamos un cuento, de lo que
allí habría pasado, un día cualquiera...
La lavandera más bonita,
enamorada del leñador, que venía silbando por el camino de serrín,
como todos los años...
Después, cantábamos
todos juntos algún villancico... y no nos avergonzábamos de
expresarnos delante de los mayores, porque éramos actores,
cantantes, presentadores... científicos, reyes, príncipes y
princesas...
Me gustaba cuando era la
princesa..., la que se casaba con el príncipe, o la hija del duque,
o la heroína de un cuento...o la “emperadora” que siempre
acababa con el héroe de la historia...Sólo teníamos a un chico
para todas... la mitad eran sus hermanas...y la otra mitad, una era
mayor para él y la otra muy alta, tanto que nos sacaba medio cuerpo
a todos. Por lo tanto siempre nos tocaba hacer de pareja, siendo de
la misma edad, tamaño y constitución..., siendo los mejores amigos
del mundo, nosotros, contra el mundo...
Aunque nos peleábamos
tanto, tanto... que a veces nos queríamos con locura...
El grupo tenía asumido
que era así, incluso lo sabían los adultos, y no había nada ni
nadie que lo cambiara...
No precisábamos de juguetes, nos conformábamos con poca cosa, sólo necesitábamos a nuestros amigos más cercanos y dejar correr la imaginación...