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Él pasó por su lado dejando un rastro de olor a frescura en el ambiente.
Su halo de misterio se mezclaba con la incógnita que suscitaba su mirada, escondida tras unas gafas oscuras que impedían llegar al dorado de su iris.
La sonrisa de seductor se confundía en esa mañana fría, cuando ella llevaba un rato esperando la luz verde. El semáforo cambió y salió en pos de él atisbándole escrupulosamente desde atrás.
Miles de luces fundieron el espacio en el que se mezclaron; cuando él, intencionadamente, frenó su marcha hasta que ella le sobrepasó. Colocándose detrás no pudo evitar un suspiro de deseo al ver su figura sensual, cruzando la acera.
Una gota de sudor frío se instaló en su nuca, resbalando interminablemente por su espina dorsal hasta fundirse en su piel, provocándole un escalofrío de placer...
Ella era su mundo desde hacía meses...
Él era parte de los sueños de ella.
Nada sabían el uno del otro, y sin embargo, se pensaban a todas horas, mirándose de soslayo cada vez que se veían en aquel punto de la ciudad. Cuando cada uno se dirigía a resolver el día a día entre rutinas y silencios, para querer volver a existir en ese punto y en esa hora otra vez mañana.
Convirtiendo la rutina en el minuto especial de sus vidas.