¿Sabéis de esa sensación que se tiene cuando, después de esperar mucho tiempo algo que anhelabas, por fin es tuyo?
Eso mismo he sentido yo hoy cuando estaba corriendo por el parque...
Me sentía diferente, con ganas de expandirme, con esa sensación de libertad en el alma... y de repente, una baldosa mal colocada hace que mis pensamientos obliguen a mis brazos y piernas a defenderse del batacazo que me pudiera dar contra el suelo...
He visto como, mis propios pies, al tropezar e intentar no dar con mi cuerpo en el suelo, han pasado a ras de mis orejas, haciendo como un molinillo con las piernas...
Los brazos, al mismo tiempo, han ido manoteando obstáculos invisibles hasta dar con el equilibrio correcto y poder poner la columna vertebral en su sitio.
Todos estos movimientos como de ninja, has sido efectuados en un micro segundo...
De tal forma, que solo una persona se ha percatado de ello, y todo porque estaba sentado en un banco tan campante, y me veía venir de frente...
Al mirarlo, se le ha escapado una risilla maliciosa, en la cual se reflejaba el regocijo de verme efectuar esa danza ancestral del rito al tropezón.
Ainsss... Siempre me pasa igual. Menos mal que tengo unos reflejos que ya quisieran muchos... Con todo, he hecho 5,10 Km. que no está nada mal, puesto que, físicamente, aún no estoy recuperada.
He llevado un ritmo lento pero continuo. La mente abierta, despejada y por primera vez, después de mucho tiempo, sin tantos nudos apretándome el alma...
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