lunes, 3 de marzo de 2014

LA VIDA

- 154 -

Me encuentro en un camino angosto... lleno de maleza, rústico, sinuoso...

A los lados del mismo sólo hay árboles, tan gruesos que no me permiten vislumbrar lo que hay a través de ellos... Ni siquiera la poca luz que existe detrás los traspasa y aún así no se siente la oscuridad....
Son tan altos que su abundante follaje se mezcla en las copas, confundiéndose unos con otros, enredándose sin saber de dónde vienen y a dónde van... Como yo.

Sólo puedo divisar su contorno y el zig-zag del final... casi como si estuviera ebrio...
Me adentro cada vez más en ese mundo que desconozco...
Parece que se cierra ante mi, y sin embargo se va abriendo a cada paso que doy. El silencio golpea mi pecho, haciendo que me aturda tanta quietud...

Es sombrío y frondoso, cargado de posibilidades, con su música particular cuando una ráfaga de viento mece las ramas y las hace chocar unas con otras, impregnándome de su magia y su misterio...
Cuando recabe en el final, me gustaría encontrarme con una bienvenida cálida y segura, que definan todos los sinsabores que he ido dando a cada huella que voy dejando en el suelo, detrás de mi... Descansando en cada recodo que me muestra una razón más para seguir avanzando...

Nunca se hace de noche, siempre me ciega una parda claridad, como tenue, de un color dorado, aunque la luminosidad no sea tan llamativa. 
Me estimula y me regocija no saber qué va a pasar, pero no tengo miedo. Tal vez curiosidad. 

Si comienzo a correr, no por eso se hace más corto el camino. 
Por eso he decidido, aquí y ahora, marcar mi propio ritmo, acorde con el pulso de los latidos de mi corazón....

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