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No quería sucumbir a la nostalgia, y sin embargo... allí estaba, acechándome, entre las sombras, como un presagio malo.
El dolor se iba extendiendo por mi alma.
Quería salir, volar entre las motas de polvo que flotaban cerca de mis ojos.
No podía más.
El pecho se me encogía y me hacía daño, como si algo invisible tirara de mí desde dentro, hacia dentro, a dentro... se me replegaba el cuerpo volviéndome vulnerable y casi rota...
De pronto, una ventana se abrió, sonó una voz en la lejanía... tu voz que me llamaba...
Una corriente de aire invadió mis pulmones llenándome de esperanza.
Lo dejé todo y corrí, corrí como nunca, llenándome de tu calor, a medida que me acercaba, hasta posar mi cabeza en tu hombro... y por fin descansar entre tus manos, sentir tu boca y tu promesa de mil besos.
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