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Se escuchaban los
cánticos a lo lejos, parecía un monasterio. Cuando se hizo el
silencio, fue abrumador. No había sonido alguno que identificara
ningún tipo de vida a lo largo de ese camino empedrado y sinuoso...
no parecía llevar a ningún lado y de repente una puerta de rejas
mohosas y llenas de herrumbre apareció en mitad de la vereda...
La
reja estaba medio abierta e invitaba a pasar sin permiso a través de
ella, para descubrir los secretos que escondía...
El monasterio se
recortaba entre la luz opaca de la tarde que ya caía. Una neblina
subía por entre los árboles, llenando de humedad y misterio el
ambiente... El viento levantó algunas hojas esparcidas por la
explanada de acceso al edificio... y el sonido de los pasos se
escuchaban en los enlosados del piso a medida que se acercaba con
temor hasta la puerta...
Cogió la aldaba con forma de garra,
-extraño objeto para tratarse de una puerta de acceso a una casa
religiosa-, y llamó queda y repetidamente. El eco retumbó en sus
oídos al compás de los golpes a la madera de la puerta, y el
silencio se repitió como una agonía que le llegaba hasta la
garganta, cerrándola de pronto sin dejar salir a penas el aire...
Hacía frío y lo sentía también en el alma.
De pronto, unos pasos se
escucharon amortiguados por la puerta, acercándose lentamente,
y ésta empezó a abrirse poco a poco... como si una mano invisible la
moviera. Dejando un resquicio por donde pudo pasar con algo de
dificultad.
Una vez dentro y como con un resorte, la hoja de la
puerta se cerró violentamente dejándolo encerrado, con el miedo
atrapando sus entrañas como si de manos de hierro estuvieran
hechos los dedos que lo apretaban... Su mente fría de pronto razonó
y se dijo así mismo que había sido el viento el que había abierto
la puerta y la había cerrado poco después... pero.. y ¿los pasos que
escuchó?. ¿Y los cánticos? Se estaba dejando llevar por su
imaginación y ésta no le dejaba pensar correctamente.
Fuera, las
nubes se cerraron de pronto y una tormenta se desencadenó por
momentos, empezando a llover con fuerza, haciendo que las gotas de
agua rebotaran en las ventanas de las altas paredes. No tenía mucha
visión, entre la noche que amenazaba por quedarse y el temporal,
sólo se recortaban las figuras de lo que parecía una antigua
iglesia... no había bancos, pero al fondo, en el centro, se
levantaba un altar de piedra.
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