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El
frío me calaba los huesos, y no me dejaba respirar,
apretando
los dientes avanzando con la cabeza bien alta.
El
cuerpo se ensanchaba buscando el aire que me faltaba,
y los
ojos se llenaban de lágrimas por el esfuerzo y la tensión.
Casi
en las puertas de la parálisis mental,
me
detuve a observar cómo mis pasos se adelantaban al camino
sin
llegar a ningún sitio, sin notar el cansancio y el paroxismo.
Cuando
vi mis ojos fijos en el cristal de mi vida,
me
detuve un instante para pensar y sentir el miedo.
Ese
miedo que me llenaba de tristeza y melancolía,
y no
queriendo llegar a la desesperación, me sobrepuse y salí corriendo.
Los
obstáculos caían encima de mi cuerpo, lacerándole,
la
ventana se abrió y dejó que se colara el olor de la vida,
y el
viento disipó las sombras que se cernían en torno a mí.
Quedé
libre y dispuesta a volar,
extendí
las alas poco a poco e intenté dar el salto al vacío.
Llegando
a colarse por los entresijos de mis días,
la
esperanza del invierno me invitó a salir para buscarte ....
Hermoso, Cora.
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