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Se esparcía ese aroma a días pasados que me dejaba el pensamiento lleno de recuerdos. Aquella tarde prometía sensaciones nuevas que iban dejándome regueros de imágenes sueltas que volvían a mí entre el cálido atardecer.
No sabía dónde ir. Me había quedado vacío. Sólo necesitaba estar donde ella me esperara. Donde retomar el principio de nuestra historia.
Iba dejando a un lado el recuerdo pasado para dar paso a nuevas sensaciones. Sólo la había visto una vez, y ello había sido suficiente para no haberme olvidado ya de su mirada. Aquella en la que quería hundirme y no dejar pasar el tiempo. La primera sensación, como si ella pudiera ser mi refugio, sintiendo la felicidad de tenerla a mi lado a partir de ahora.
Cuando la distinguí entre la gente, no pude reprimir una sonrisa de bienvenida. Tendría todo el tiempo para conocer los entresijos de sus sueños, esos en los que esperaba estar algún día, llenándola de risas y despejando sus dudas ante el amor.
No podía creer lo que mi corazón me daba ahora. Una nueva oportunidad con ella, cuando creía que nunca más volvería a renacer entre dos luces.
Cuando llegó a mí y su inseguridad se transformó en acercamiento, el deseo por ella me inundó, precipitándome entre las notas de su música, para no dejarla más, fundiéndome en un beso sin fondo, en un beso sin fin.
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