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Dejando volar la
imaginación una vez más, soñó con una vida distinta.
Esa que, creía, podría
merecer. La que proporcionaba la tranquilidad que, intuía, tendría
en circunstancias normales.
Su piel había adquirido
una falta de brillo y envejecimiento que no tenía otra manera de ser
que esa tristeza que se adhería a su cuerpo como un gen extraño y
ajeno.Las mariposas que siempre habían revoloteado en su estómago,
ahora no tenían alas y agonizaban en el fondo de su pena.
Pero, como siempre, por
sus sueños vivía.
Sus palabras decían lo
que su vida callaba, haciéndola vivir a través de otros ojos, esos
que se asomaban a sus pensamientos, construyendo mundos en dónde
poder pasar de puntillas por la vida.
De alguna manera quedaban
allí, entre esas letras que se sucedían unas tras otras, llenándola
de esperanzas y de ganas de volver a cerrar sus ojos y escapar hacia
esa otra vida paralela en que sus sueños eran para ella sola, en que
sus sueños podrían ser su realidad algún día.
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