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Se sentaba en un banco a esperar. No sabía muy bien qué. Pero esperaba.
Hacía tiempo que sus recuerdos se difuminaban entre la neblina del atardecer y no llegaba nunca a entrever si merecía la pena o no.
La luz del sol iba haciéndose cada vez más tenue en torno al paisaje que la envolvía.
Esperaba algo nuevo pero no sabía el qué.
Tenía las manos frías, cuando la noche apareció lentamente en pos de sus sueños.
Recordaba su juventud y su pasado.
Tan vacío a veces, que dolía.
Tan fugaz como el paso de la vida.
Tan lejano ya, que de todo había tenido una vuelta.
Y esperaba sin desesperar.
Sabiendo que después de tantos sentimientos, habría un día para ella en algún quicio de cualquier puerta que se abriera.
Dejando pasar un nuevo hálito de sensaciones...
Intensas y profundas en las que jamás soñó contemplar.
A veces con furia, otras con temor, pero siempre con optimismo.
Por eso esperaba.
Porque sabía que en algún momento llegaría,
y sería el primer día del resto de los demás.
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