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Os voy a contar la historia de Marcelino:
Marcelino nació no hace mucho tiempo. Por lo que su vida no ha durado mucho.
Vivió una vida tranquila, donde no le faltó de nada. Tenía para comer todos los días, un bonito sitio donde pasear y disfrutar del tiempo. Compañeros y compañeras que le hacían la vida más fácil. Sobre todo las compañeras, con las que pudo mantener algún que otro "contacto", ya que éstas siempre estaban dispuestas para él. Con los compañeros no tuvo tanta suerte, porque Marcelino estaba lisiado. Tenía, de nacimiento, un problemilla en una de sus extremidades, por lo que renqueaba al caminar. Por eso, los demás no le tenían en buena estima, y siempre que podían le ponían la zancadilla, o le soltaban algún que otro "porrazo".
Pero lo llevaba con un arte y una gracia, propios de un tipo chulo y rechuploso.
Un día, sin saber cómo ni porqué, entraron en su casa, le cogieron por el cuello y se lo rebanaron sin más contemplación. Al cabo de un momento, estaba descuartizado y puesto a hervir en una olla.
Porque Marcelino era un gallo de corral y su destino estaba escrito hacía mucho, mucho tiempo. Antes incluso de que saliera del cascarón.
Su cojera nada tuvo que ver, fueron cosas de los hados del destino que dispusieron que más tarde o más temprano, Marcelino fuera el protagonista indiscutible de uno de los guisos más sabrosos de nuestra cocina: "El pollo en pipitoria".
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