DÍA 77
Día 9 del año 2
Bueno, pues aunque el Edmundo marque 4 km, he corrido 5. La cuestión es que, cuando he pasado por el punto en el que la voz monjil esa que tanta rabia me da, me da las instrucciones pertinentes al finalizar el primer kilómetro, no ha sonado, he mirado la pantalla del móvil y mi sorpresa ha sido que el programita no se había puesto en marcha. Por consiguiente, ya llevaba 1 km cuando a la señora le ha dado por ponerse a contabilizar las marcas. Luego y aunque me de grima reconocerlo, espero ansiosa la próxima vez que tiene a bien dirigirse a mí. Eso significa que me he comido un kilómetro más.
La verdad es que hoy podría haber seguido corriendo un rato más. No sé por qué, al final me paré. Hacía un tiempo espléndido. El parque está exuberante de vegetación y encima acababan de segar la hierba, por lo que al olor característico de la tierra mojada, se ha sumado ese aroma a césped recién cortado que a mí tanto me gusta. Ha habido un momento, incluso, que me he dicho a mí misma que, de seguir con ese mismo ritmo, podría correr mucho más tiempo. Me encontraba a gusto y feliz conmigo misma. Después de la última semana un tanto agobiante, ha terminado de lo más satisfecha. Lo peor, los charcos. Millones de ellos. Y había que ir sorteándolos. Las hojas caídas forman un manto espectacular, encima de la colcha verde de la hierba, tan reluciente y llena de gotitas que van salpicando al paso de mis zapatillas. En fin, otro momento perfecto, de una carrera perfecta.
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