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El cielo iba pasando de un tono frío azul pálido, a los colores cálidos del naranja y el rosado... Se iba acercando la noche poco a poco mientras el aire gélido llenaba mis pulmones.
La vista era magnífica.
Se sucedían los verdes intensos con los ocres y dorados de las hojas secas que se caían de los árboles, sembrando la hierba de esa muerte bella en la que se convierte el otoño. Magia y luces artificiales, se entremezclan resbalando por las calles con la transparencia de algunos charcos que dejaron las últimas lluvias.
Todo es como en un cuento. Hasta el olor que se respira es limpio y sin aristas. Voy rompiendo el aliento que se mezcla con el vaho, mientras me envuelve el atardecer en un silencio sólo quebrado por el sonido de mis pasos en la tierra. A lo lejos se escucha la breve mezcla de voces de una fuente que mana. Un tibio y último rayo de sol se pierde entre los árboles, apagando de por sí, los últimos colores vivos.
Ahora estoy conmigo, aquí dentro, en este espacio cerrado e inmenso que llevo a cuestas. Me pierdo ahondando las palabras que pienso y que siento tan profundamente. Y se expande en mi pecho haciéndome parecer más grande y más fuerte.
No caben sin más, en toda su intensidad, los sueños que vuelco...
Me aparto del camino para llegar hacia ninguna parte, recorriendo vagamente el silencio que me rodea.
Me aparto del camino para llegar hacia ninguna parte, recorriendo vagamente el silencio que me rodea.
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