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Con
máscara,
me obligo a ocultar la tempestad,
mirada oblicua y glacial,
deseo sin
nombre y escudo sentimiento.
Con
máscara,
me niego las palabras y los gestos
forman pasos y se vuelven gélidos.
Sin
máscara
la calma se vuelve cuarentena,
y los besos se me ofrecen con
contrastes,
única vigilia de ojos esmaltados,
libres en versos blancos.
Sin
máscara,
se afianzan los poemas en papel sin nudos.
Con
máscara,
la decadencia de los sueños
se vuelve amarga.
Un coletazo del invierno
envuelve el paisaje efímero
de las rimas encontradas.
Con
máscara
se olvidan las caricias
de la piel envejecida,
convierte en vino
embriagador
la visión de la realidad camuflada.
Sin
máscara
tengo la oración indefensa,
de saberme desnuda
ante los ojos críticos
devastados.
Pero libre a fin de cuentas.
Sin
máscaras
soy real, tangible,
mujer, viva…
Con
máscara
no soy físico, sólo cuento irreal.
Humo evaporado
de un recuerdo
ficticio.
Mentiras y juegos a ser otra persona.
Con
máscara
soy etérea y me esfumo
entre el
humo de un cigarro.
Sin
máscara
puedo estar rota y no ser joven.
Puedo llevar las arrugas de la vida
envueltas entre los sueños incumplidos.
Pero soy más entera y brillante.
Más
auténtica y libre.
Sin
máscara
soy rotunda y sincera.
Más dada a la verdad...
sin máscaras.
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