viernes, 4 de octubre de 2013

PERFECTO

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Olía a libertad... 

La tierra mojada impregnaba el ambiente con su fragancia llenándolo de vida. 

El horizonte se difuminaba entre la niebla y los primeros fríos del invierno, cuando la lluvia mojaba su cara y se fundía entre sus lágrimas. 

No era tristeza, ni angustia, ni desolación, ni rabia... 
No se sentía solo. 

Era el claro sentimiento de ser alguien en la vida. 
De saber que, si estaba allí, en ese momento era por alguna razón. 

Sentía difundir su alma en el paisaje, llenándose de paz. 

Inspiró hasta que le dolieron los pulmones, ese olor a limpio recorrió su cuerpo y se sintió, en esa hora, en ese momento, mágicamente perfecto.

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