Caminaba por la calle y
estaba oscuro...
mis pasos resonaban en el
pavimento,
y solo se veían sombras.
Me encontraba solo y no
sentía nada,
tal vez el peso de mis
actos y mis pensamientos.
Los ojos vagaban por las
paredes sin ver,
y sin embargo me sentía
libre.
Pasó por mi cuerpo el
escalofrío de la despedida,
la amargura que me brindó
el adiós.
No fue un “hasta
mañana”, fue un “hasta siempre”.
No quiero llorar, no
quiero que se lo merezca.
Sus abrazos eran fríos y
me alejaban poco a poco de mi pasado.
Estaba oscuro y caminaba
solo,
y el aire que entraba en
mis pulmones se volvía cada vez más pesado.
Hasta que mi mente se
paró de pronto.
Sólo había sombras y no
sentía nada.
Vaciándome lentamente de
su recuerdo,
iba apoderándose de mí
la esperanza y el calor.
Cruzando las manos
intenté pedir volver a ser yo.
Empezó a entrar la
fuerza en mis manos
y el valor se extendía
por mis piernas obligándome a caminar.
Las luces del alba se
encendieron en mi mente,
llenándolo todo de
color, sabiendo que nunca más estaría solo,
por fin se desvaneció la
noche y el día entró,
con su risa alejando de
mí todo lo demás...
Ahora sí, ahora soy yo
otra vez, ahora soy para mí.
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