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Ayer supe de ti, y el
cielo estalló en mil pedazos.
Te tuve un momento, para mi, entre mis
dedos...
Aunque fugaz, casi sin
quererlo... Te retuve un instante,
en el que todo se volvió de color
dorado...
Y mi pensamiento se
escapaba entre el aire tibio, como una señal.
Mis latidos giraron hacia
tu recuerdo,
como cuando éramos pequeños,
llenando mi pecho de una
emoción que reconocía y creía olvidada.
Mis manos temblaban y
quería decir tanto con tan poco tiempo...
Las palabras se enredaban
y no sabía qué pensabas en ese instante;
compartiendo un espacio,
pequeño, sin formas,
volátil...;
estando en otro lugar, donde sólo éramos nosotros,
creyendo que tú estabas
sintiendo lo mismo...;
y a lo mejor me equivocaba.
Cómo se me encogió el
corazón,
al saberte tan cerca pero tan lejos,
en ese momento en el que
eras solo para mí;
aunque no fuera cierto...y tu voz no me
alcanzara.
Después de todo, estamos
donde nadie más sabe, donde nadie más llega...
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