- DÍA 31 -
Hemos salido mi
primo Edmundo y yo a correr esta mañana.
Lo he pasado muy bien,
porque, la verdad es que me gusta más a estas horas que por las
tardes...
Me he cruzado con poquitas personas, algunos corredores y
una pandilla de señores mayores que iban andando a muy buen ritmo.
Iban como unos seis. De tres en tres. Y cómo resoplaban... se les
escuchaba desde bien lejos y eso que yo iba con Nirvana a todo gas a
través de los cascos!!.
El parque, creedme, estaba hoy de cuento...
Las fuentes estaban heladas, con un tomo de hielo por encima... y la
hierba, en los tramos por donde no les daba el sol, completamente
blancos... como si hubiera nevado...
Las barandillas de madera
también estaban blancas, con una película de escarcha por encima como si fuera merengue... Precioso... El suelo cuajado de hojas amarillas
y marrones, como si fuera una alfombra... y de vez en cuando, iban
cayendo unas detrás de otras, desde los árboles, a merced del poco
viento que hacía...
El aire limpio y lleno de fragancias... pero
helado. Se me metía por la nariz y automáticamente ésta quedaba
congelada... Los moquillos que inevitablemente se escapan por la
nariz cuando corres... se trasformaban en carámbanos en un
microsegundo. Asombroso!!
El Edmundo, a mitad de
carrera ha decidido, por su cuenta, desaparecer y dejarme sola. Y el
muy gili..... ha publicado el del último día y no lo poco que ha
hecho hoy.... Le voy a despedir, porque hoy desde luego, no se ha
ganado el sueldo... en fin, por su culpa no sé lo que he corrido,
pero tampoco me importa mucho, porque he disfrutado del paisaje
como nunca... Hasta la próxima...
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