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Esperaba en el café donde habían quedado... sus manos rodeaban la taza humeante entrando en calor. No sabía si ella vendría. Después de haberla hecho esperar en el Parque. Pero allí estaba, más nervioso que en todos los días de su vida, sabiendo que cualquier otro momento pasaba por más en un solo segundo... Pero eso fue antes de conocerla y no sabía muy bien por qué.
Abrió la puerta y entró. Casi en el mismo instante lo descubrió sentado en una mesa del rincón, tomándose un café.
Sus ojos se encontraron entre la gente y las voces que llenaban el espacio separándolos. Lentamente se acercó.
Él se levantó galantemente y retiró la silla para que se sentara, acomodándola en su sitio mientras la empujaba levemente hacia delante.
En toda su vida, ningún hombre se había comportado con ella con esa caballerosidad...
Se sonrieron mientras pedían otro café... No podían dejar de mirarse, preguntándose quién sería el primero en hablar...
Ella tenía curiosidad por saber qué le habría pasado en la cara: su ojo izquierdo casi no podía mantenerlo abierto, y el color azulado era ahora mucho más intenso, bordeado por una franja rojiza. Un corte en un ceja, con varios puntos de sutura y varios arañazos en la mejilla completaban el cuadro. Aún así, era sumamente atractivo. Con su camisa negra y sus vaqueros ajustados...
Ella estaba preciosa, nunca había contemplado una mirada más limpia en toda su vida. Su rostro, apenas maquillado, demostraba la serenidad y el saber estar de una mujer inteligente, segura de sí misma y orgullosa de cómo llevaba su vida... No como él...
Se avergonzaba sólo de pensar qué mentira le contaría cuando ella le preguntara qué le había pasado.
Su ojos expresaban curiosidad, y él se sentía miserablemente...
Si pudiera empezar con la verdad por delante, si pudiera ser sincero por una vez en su vida, si pudiera abrirse a ella, confiar en ella... Pero sabía que, al menos, por el momento, eso sería imposible.
La pondría en peligro tan pronto...!
No, no tenía derecho, no debía contarle nada de momento. Tal vez, más adelante, si ella quisiera ser su amiga. Sí, tal vez, algún día, confiara en ella.
Bien, necesitaba saber al menos su nombre, lo demás iría rodado... o eso era lo que él creía.
- Me llamo Javier Ballesteros y trabajo para una empresa de publicidad. Le dijo, rompiendo el hechizo que se había creado entre ellos.
- Y yo, Isabel Lozano. Le contestó, adelantando su mano derecha por encima de la mesa.
Cuando él la tomó, sus dedos estaban fríos, en contraste con la calidez que él desprendía... Al separarse, un escalofrío recorrió su cuerpo, y sintió la pérdida de su contacto en el mismo momento de producirse.
Eso le desconcertó.
Nunca había experimentado esas sensaciones con nadie, y menos aún con una mujer... Él, que había tenido tantas... tan distintas a ella...
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