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Empecé a caer... al principio suave, las gotitas se sucedían unas detrás de otras... cada vez más deprisa... el agua mojaba la hierba y la humedad se manifestaba por doquier.
En invierno era más
fácil... unas nubes negras y cargadas se cernían en el ambiente,
oscureciendo la tarde ya de por sí corta... me reflejaba en todos
los cristales, llenándolos de vida.
El suelo se llenaba de
charcos que difundían la luz de las farolas de la calle.
Se esparcía por el
ambiente un olor a limpio y a libertad. Yo era la libertad en ese
momento. Yo, la Lluvia, fresca y llena de vida. Caía con un sonido
tintineante y sugerente haciendo que los sentimientos ahondasen en el
lento atardecer de un día cualquiera...
La tierra, satisfecha, me
daba las gracias con su aroma a mojado: profundo, intenso,
fragante...
Pero cuando estallaba en
la primavera y me convertía en fuerza, en pasión, en grandeza...
entonces hacía que,
enfurecida, se escapasen verdaderos ríos de genio desbordándolo
todo, anegando campos, torrencial y desesperadamente... e iba entre
mis compañeros la Tormenta, el Rayo, el Trueno.
Entonces sí, teniendo
fuerza, podía ser devastadora...
Pero a mi me gustaba más,
cuando me dejaba caer con suavidad, acariciando el ambiente, como si
fuera un beso, con ese susurrar fresco...
Por eso me nombraron
también la Esperanza.
Para que después naciera
otra vez con toda la fuerza de la Naturaleza.
Muriendo y naciendo...
Despertando, amaneciendo,
llegando siempre a mi destino, sabiendo que hay un día nuevo
detrás, una vida que vivir, un aire que respirar...
Tener sensaciones, y
amor, saber esperar lo mejor, la dicha, la alegría... un camino...
Esa soy yo... La
Esperanza y la Lluvia
Para ti, para no
desesperar, para limpiar la tristeza de tu corazón, para refrescar
el vacío que sientas en tu vida... para empezar otra vez...
Siempre...
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