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Cuando
la mañana me despierte y tú te hayas llevado un trozo de mí,
regálame el amanecer desde mi ventana, para que pueda quedarme con
tu sonrisa...
Me
vas llegando desde la lejanía... con tu voz ronca y adormecida. Tan
suavemente que casi no la entiendo. No son las palabras lo que quiero
escuchar sino el sonido de tu voz...
Entre
la bruma y la apatía, en un tono que me golpea fuerte, rodeándome
con tu abrazo y sintiendo el pensamiento del olor de tu cuerpo...
queriéndote tener sin nudos y con un beso, necesitando de tus letras
y tus manos, siendo más que tú y que yo, un amor sin aristas, sin
formas, completamente etéreo, hecho de encantos y flores. No hay nada
que me separe, tan profundo te tengo...
Sin
verte ni buscarte, siempre te encuentro, cuando las luces son
mortecinas y se van apagando, como el día... y decido pensarte para
estar contigo un rato más, aunque tú no me veas y yo no sepa dónde sueñas realmente...
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