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Era del todo blanco…
Un lienzo frío y sin formas que
iba soñándose a sí mismo, mientras inventaba una gama de colores en cálido
ambiente de luz…
Era blanco y vacío, sin notas, ni
voz…
Cargado de musicalidad entre las
cuatro esquinas que lo delimitaba y a la misma vez lo extendía hasta el
infinito…
Tan frío era en la noche,
sintiendo las luces que vagaban entre los trazos de agua, mientras la lluvia
caía en el silencio de un sentimiento…
Poco a poco, una imagen hacía
visos de querer sobresalir entre las sombras, un color opaco, sin brillo aún…
como sus pensamientos…
Ahondaban entre su corazón y el
final del pincel, creando un mundo en el que la magia trasnocha y se transforma
en ráfagas de luz…
Al acercar su sensibilidad al
horizonte, mezcló sus sueños y el recuerdo de un día.
Y aquel blanco que empezó la
tristeza en la tarde, se tornó color a medida que mezclaba su vida con el
aceite.
Dejando un atisbo de serenidad
entre mis ojos, mi alma y su arte…
Bonito relato, lleno de colores en blanco y negro. Me gusta.
ResponderEliminarGracias, Raúl. Fue el principio de algo maravilloso en mi vida. Como el empezar una obra... Sus perspectivas, sus esperanzas... sus miedos también...
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