DÍA 92
Día 24 del año 2
Quise llegar a los 5 km pero ha sido imposible, hacía mucho calor.
No obstante, me encontraba bien de fuerzas y con ganas, pero he sudado muchísimo y me costaba respirar, la garganta la tenía reseca y no he querido forzar. Aún así no ha estado mal. Al final, la última cuesta, la que está en mi casa, la he subido corriendo con todas mis ganas. He llegado sin resuello, pero feliz.
Hoy, las calles de los olores, me han trasladado en un golpe de aroma, a la casa donde vivíamos en Arturo Aranguren, cuando éramos pequeñas.
Mi madre hacía un guiso de carne de ternera, creo que era de jarrete, (con hilos le decíamos nosotras), porque a mi padre le gustaba mucho, en la que pochaba mucha cebolla y ajo. Una vez que empezaba a dorarse, añadía la carne en daditos pequeños y le daba vueltas y vueltas, junto con la sal, los granitos de pimienta y un vasito de vino de pitarra y que dejaba un olor a pueblo por aquel pasillo. A veces, la ponía en la olla a presión, pero siempre se le quemaba un poco la salsita en el fondo.
Ese olorcillo al guiso con la cebolla, me recuerda a mi niñez y a mi abuela Antonia, la que vivía en Trujillo. Yo también hago este guiso, pero le añado un poco de jengibre, dos cucharaditas de tomate frito y trocito de ñora...
Y después de esta receta culinaria, creo que voy a cambiar el nombre a la entrada en el blog para este espacio... Porque siempre acabo hablando de comida...