DÍA 20
Hoy he hecho
uno segundo mejor que el último día, que, ¿por qué sólo un
segundo?.
Os lo cuento:
Iba yo corriendo tranquilamente por el Parque
del Príncipe, cuando vislumbro a lo lejos una figura que, así de
pronto, me pareció mi viejino favorito...
Llevaba puesto un pantalón
de chándal, una camiseta blanca y lo que parecía una gorra blanca
también. Hacía estiramientos con los brazos, los llevaba hacia
arriba y luego bajaba, supuestamente hasta tocar con los dedos el
suelo (claro, que él llegaba con los dedos hasta la rodilla, no
más), cuando me acerco y compruebo que, efectivamente, es mi viejino
haciendo gimnasia, me doy cuenta que lo que parecía una gorra era en
realidad... ¡un pañuelo blanco, al estilo rural!. Es decir, con un
nudo en cada esquina.
1º.- No hacía sol, por lo que era un poco
absurdo lo del pañuelo.
2º.- Corría un vientecillo, que no le iba
a durar el tocado ni 2 minutos. A lo mejor es que tenía frío en la
calva...
En esto que me ve y me grita: RUBIAAAAAA! (¿rubia?, miro
hacia los lados y no hay nadie más, sería yo?...) y sigue
diciéndome a grito “pelao”: ¿DÓNDE HAS DEJADO LOS RIZOOOOSS?
(con el consiguiente susto de dos pájaros que estaban bebiendo de la
fuente).
Ufff!!!!. No sé qué me estaba imaginando ya... cuando de
repente caigo que yo, a veces, me rizo el pelo con una plancha de
esas que te lo queda como si te hubieras dejado toda la noche las
trecitas hechas, y al deshacerlas por la mañana, te queda el pelo
ondulado, al estilo “jipi”. Y entonces le contesto: ME LOS HE
QUEDADO EN CASAAAAAAA! (otros tres pájaros, asustados, remontan el
vuelo desde un árbol) y por supuesto, me da un ataque de risa.
Claro
que, a mi, cualquier cosa me provoca un ataque de risa, y se me va la
fuerza... por eso, sólo me he superado en un triste segundo. Aunque
algo es algo y yo me conformo con poco. Hasta el miércoles.
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