domingo, 24 de noviembre de 2013

EL DE LOS GALGOS Y LA LIEBRE

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Corrían por el campo, pero parecía, desde lejos, que no sabían muy bien a dónde iban. 
Eran dos, con patas largas, cuerpo esbelto y fibroso. Dos galgos ejemplares, educados para hacer su trabajo con precisión, era su manera de vivir y sabían hacerlo muy bien. Corrían con esa elegancia que solo los de su raza sabían hacer. Saltaban vallas, recortaban arbustos, zigzagueban en pos de una estela blanca... 

Un punto en el horizonte les indicó dónde estaba... Sólo se veían las orejas, entre la hierba, agazapada, pensando en una estrategia para escapar. 

De pronto, uno de los galgos se paró en seco. El otro le miró extrañado, sin saber, pero lo imitó, por instinto. 
Movió lentamente la cabeza hacia su presa, por un segundo la había visto moverse. 
Un escalofrío recorrió su cuerpo y salió detrás de la liebre. Pero ésta ya estaba esperando la reacción del galgo y estalló en un controlado salto, escapando delante de sus narices como si aquello lo hiciera todos los días... 
Su corta figura se perdió en el horizonte, dejando a los perros frustrados, con un palmo de narices. 

Esta vez, la liebre, escapó de una cazuela segura.

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